martes, 29 de septiembre de 2009

Curso


Tras el chubasco,

el agua calle abajo

sin un destino.

Adelfa



Inesperada

luz de rojo oscilando

junto al asfalto.

Desde aquí.


Crece, se achica,

marcha, vuelve y se va:

¿nube o pasión?

domingo, 27 de septiembre de 2009

Casualmente

Quería ser un árbol para brotar,
aferrarme a la tierra,
elevarme a los cielos,
exponerme a los elementos,
al rayo,
y quemarme en el incendio,
reverdecer
y un día secarme
y ser polvo que vuelve al suelo.
Casi lo he conseguido.

martes, 22 de septiembre de 2009

Paseo de otoño


Iba ceñudo.
Y desde los plátanos,
rumor de otoño.

Como viene, se va.


Avanzan lentas


las horas de la pena.


Y el sol se pone.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Alivio y nostalgia


tarde de otoño:

de la piel erizada

se fue el estío.

El eremita astuto (cuento hindú)


Era un eremita de muy avanzada edad. Sus cabellos eran blancos como la espuma, y su rostro aparecía surcado con las profundas arrugas de más de un siglo de vida. Pero su mente continuaba siendo sagaz y despierta y su cuerpo flexible como un lirio. Sometiéndose a toda suerte de disciplinas y austeridades, había obtenido un asombroso dominio sobre sus facultades y desarrollado portentosos poderes psíquicos. Pero, a pesar de ello, no había logrado debilitar su arrogante ego.

La muerte no perdona a nadie, y cierto día, Yama, el Señor de la Muerte, envió a uno de sus emisarios para que atrapase al eremita y lo condujese a su reino. El ermitaño, con su desarrollado poder clarividente, intuyó las intenciones del emisario de la muerte y, experto en el arte de la ubicuidad, proyectó treinta y nueve formas idénticas a la suya. Cuando llegó el emisario de la muerte, contempló, estupefacto, cuarenta cuerpos iguales y, siéndole imposible detectar el cuerpo verdadero, no pudo apresar al astuto eremita y llevárselo consigo. Fracasado el emisario de la muerte, regresó junto a Yama y le expuso lo acontecido.

Yama, el poderoso Señor de la Muerte, se quedó pensativo durante unos instantes. Acercó sus labios al oído del emisario y le dio algunas instrucciones de gran precisión. Una sonrisa asomó en el rostro habitualmente circunspecto del emisario, que se puso seguidamente en marcha hacia donde habitaba el ermitaño.

De nuevo, el eremita, con su tercer ojo altamente desarrollado y perceptivo, intuyó que se aproximaba el emisario. En unos instantes, reprodujo el truco al que ya había recurrido anteriormente y recreó treinta y nueve formas idénticas a la suya. El emisario de la muerte se encontró con cuarenta formas iguales. Siguiendo las instrucciones de Yama, exclamó:

- Muy bien, pero que muy bien.! Qué gran proeza!

Y tras un breve silencio, agregó:

- Pero, indudablemente, hay un pequeño fallo.

Entonces el eremita, herido en su orgullo, se apresuró a preguntar:

- ¿Cuál?

Y el emisario de la muerte pudo atrapar el cuerpo real del ermitaño y conducirlo sin demora a las tenebrosas esferas de la muerte.

El Maestro dice: "El ego abre el camino hacia la muerte y nos hace vivir de espaldas a la realidad del Ser. Sin ego, eres el que jamás has dejado de ser."

domingo, 13 de septiembre de 2009

Bendita desilusión


En carne y hueso.

No falta nada más,

rotos los sueños.




miércoles, 9 de septiembre de 2009

Eros e Hipnos (o Tánatos)



Te vas con estos

por evitar al otro:

¡qué fin de fiesta!

Soberbio recogimiento



¿Noble silencio?

A veces más quisiera

noble sordera.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Dakar-Las Ramblas


Escandalizan

tus condones usados,

no tus tristezas.